¿Aislamiento social o soledad interior? Se me ocurre plantearme un reflexión en relación a que sucede en este tiempo y circunstancia social/epidemiológica que nos sorprende y nos hace participes, por decisión consciente de cada uno o por adaptación a las normativas que nos rigen. ¿Aislamiento social o soledad interior?
Que implicancia tiene para el ser humano la inminente necesidad social de mantenernos aislados unos de otros, desde las personas cercanas a quienes amamos hasta del movimiento constante de nuestras ciudades en donde transitamos rodeados de tantas personas con la posibilidad permanente de ver como transcurren actividades cotidianas también para otros; actividades que están pausadas o más restringidas en horarios, momentos y espacios compartidos con otros.
¿A que nos pueden llevar nuestras propias percepciones y sensaciones? A titulo personal decidí pensar a partir de la diferencia entre hablar de aislamiento social o soledad interior.
Aislarnos por algún tiempo en nuestros respectivos hogares implica ese cuidado necesario y pertinente con nosotros mismos y con los otros frente a toda posibilidad de contagio, sin embargo sobreviene la vivencia del miedo en menor o mayor escala. Reflexiono y pienso si ¿Este miedo es referido a un virus que solo circula en forma de un enemigo invisible amenazando la vida del ser humano o circula invadiendo los pensamientos y dominando de miedos la vida interior, nuestro mundo emocional?
Miedo al contagio, ansiedad ante las novedades que nos son comunicadas, ante la información que nos es provista, y ante los cambios que puedan acontecer en nuestras dinámicas conocidas y habituales. Podríamos encontrarnos ante la amenaza de la soledad interior como un temor vivido y quizás desconocido para algunos.
¿Será la vivencia del tiempo, aislada de ser compartida junto a otros, la que se expresa a modo de soledad interior? Ante esta sencilla reflexión personal desde mi lugar, me permito pensar en que posibilidades nos permite la vida en situaciones sociales como la que nos acontece, tal vez el poder reconectar con esa vivencia del tiempo y su posibilidad de hacer de ella algo productivo para nosotros mismos y para los demás ; el conectar con la propia subjetividad, y con la posibilidad de estrechar lazos afectivos conscientes y con un mayor grado de sensibilización, y humanización hacia nuestros semejantes.
Lic. Adriana Sánchez